Los primeros años de la vida, que popularmente conocemos como infancia, constituyen una etapa crucial para nuestro adecuado desarrollo psicológico. Es un periodo de descubrimiento del mundo que nos rodea en el que adquirimos importantes aprendizajes que nos acompañarán durante el resto de etapas vitales. Debido a que lo que ocurre durante la infancia nos marca de manera muy significativa, el trauma infantil es un tema muy estudiado desde la psicología.
Como veremos a lo largo de este artículo, los niños/as que experimentan situaciones traumáticas en los primeros años de su vida pueden sufrir consecuencias psicológicas que afectan a cómo sienten, piensan y actúan. A continuación, definiremos qué es el trauma infantil, señalaremos algunas pautas de comportamiento que pueden indicarnos que un niño/a presenta síntomas postraumáticos y nombraremos cómo estas experiencias pueden influirnos en la vida adulta, siendo en ocasiones necesario la ayuda psicológica especializada en traumas.
Índice
¿Qué es un trauma?
En trauma puede definirse como una herida emocional que es provocada cuando una situación (puntual o mantenida en el tiempo) nos desborda emocionalmente porque no contamos con los recursos adecuados para afrontarla. Además, el trauma suele generar consecuencias negativas tales como problemas psicosomáticos, alteraciones psicológicas o comportamientos disfuncionales.
Es posible que el concepto trauma lo tengamos asociado a situaciones muy impactantes como por ejemplo desastres naturales, episodios de violencia, abusos sexuales… Aunque este tipo de situaciones pueden efectivamente generar traumas, es importante que sepamos que el trauma es un concepto mucho más complejo que a veces es más difícil de entender porque no siempre es generado por un evento impactante puntual y fácilmente identificable, sino por situaciones mantenidas en el tiempo que no somos capaces de integrar y afrontar.
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Por otro lado, es necesario que sepamos que la forma en que cada persona percibe y maneja una situación difícil depende también de factores tales como las habilidades de afrontamiento con las que esa persona cuente y el apoyo de su entorno, por lo que no todas las situaciones generarán el mismo daño emocional en todas las personas en cualquier momento de su vida.
¿Qué es un trauma infantil?
Respecto al trauma infantil, constituye una experiencia negativa intensa que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de los niños/as. Surge cuando experimentamos un miedo muy intenso y nos hemos sentido incapaces de gestionarlo. Además, presenta la particularidad de que los menores pueden vivir como traumáticos eventos o contextos que, en ocasiones, desde la mirada adulta no son interpretados como situaciones tan graves.
A continuación, se incluyen algunos ejemplos de situaciones que potencialmente podrían generar heridas emocionales en los menores, especialmente si no se proporciona un adecuado acompañamiento emocional y si el niño/a no cuenta con adecuados recursos para afrontarlas:
- Bullying en el colegio
- Situaciones de violencia de género
- Violencia verbal, física o sexual
- Muerte de alguien cercano
- Negligencias en el cuidado de sus necesidades
- Conflictos violentos
- Accidentes o emergencias
- Separación de sus padres sin un adecuado acompañamiento
- Humillaciones
- Aislamiento
- Castigos muy duros
- Familias disfuncionales
- Situaciones de abandono
Como podemos intuir, vivir este tipo de sucesos siendo un niño/a, momento vital en el que no contamos con la capacidad de cuidarnos a nosotros/as mismos, puede generar emociones muy intensas y causarnos traumas psicológicos o emocionales. Adicionalmente, estas situaciones generarán un mayor daño cuanto menos apoyo del entorno tenga el menor.
Indicadores de trauma infantil
Los traumas infantiles generan daños psicológicos que pueden manifestarse de formas muy diversas. A continuación, facilitaremos algunos de los indicadores más comunes que nos podrían indicar que un niño/a está experimentando o ha vivido una situación que le está generando síntomas traumáticos.
- Alteraciones en el estado de ánimo: tristeza recurrente, ataques de ira, irritabilidad…
- Cambios de comportamiento repentinos: desobediencia, pérdida de interés por temas que les interesaban, malas contestaciones a los adultos, muy baja energía…
- Problemas escolares: cambios repentinos del rendimiento académico, dificultades en la relación con los compañeros/as y profesores, aislamiento, dificultades de concentración…
- Aparición de miedos: presentar miedo ante situaciones cotidianas o hacia personas, sentir preocupaciones excesivas o mostrarse sobresaltados/as continuamente.
- Problemas de sueño: terrores nocturnos o pesadillas, insomnio…
- Ansiedad por separación de los padres: especialmente cuando esto antes no era una dificultad.
- Dolores físicos: de cabeza, estómago…
- Problemas de alimentación: pérdida de apetito, atracones…
En cualquier caso, es importante tener en cuenta que estos indicadores son generales, nos pueden ayudar a detectar un posible problema pero es necesario que cada situación sea evaluada de manera específica por un profesional de la salud mental habilitado para ello.
Consecuencias del trauma infantil en la adultez
Vivir un trauma o una situación traumática de manera mantenida durante nuestra infancia puede tener un impacto duradero en nuestra vida, afectando a nuestro bienestar emocional, psicológico y social.
Una de las formas en las que el trauma infantil nos afecta en la adultez, es generar en nosotros/as patrones de actuación que son disfuncionales. Esto se explica con que cuando somos niños/as y algo nos hace daño, tratamos de paliar ese dolor como en ese momento podemos. El dolor de las heridas de la infancia nos pueden hacer repetir una y otra vez los mismos mecanismos que nos sirvieron para protegernos en la infancia, aunque en la adultez quizás esto nos perjudique.
Además, las personas que han vivido traumas infantiles tienen mayor riesgo de presentar problemas de salud mental en la vida adulta: ansiedad, malestar emocional, síntomas de estrés postraumático, alteraciones del sueño, problemas de autoestima, posibles adicciones, dificultad en las relaciones interpersonales e incluso, ideas autolíticas… Algo muy común es que, por todo lo vivido, estas personas encuentren una gran dificultad de confiar en los demás y en el mundo como un lugar seguro.
Pautas para superar el trauma infantil en la vida adulta
A continuación veremos una serie de consejos clave para superar un trauma:
1. Buscar redes de apoyo seguras
Como nombrábamos anteriormente, vivir trauma en la infancia puede llevarnos a tener creencias negativas sobre uno/a mismo/a, los demás y el mundo, afectando a nuestra capacidad de formar y mantener relaciones interpersonales saludables y sintiendo una gran desconfianza hacia otras personas.
Sin embargo, paradójicamente, conseguir sentirnos seguros/as en un vínculo puede ser una de las cosas más sanadoras cuando hemos vivido trauma, pues nos permite recuperar la confianza en los otros/as y sentirnos queridos/as. Por esta razón, construir una red de apoyo sana es una primera pauta importante que nos puede ayudar en el proceso de sanación y los espacios de terapia pueden ser de gran ayuda en este sentido.
2. Reconocer el daño vivido
Las personas que han experimentado traumas en la infancia pueden experimentar con frecuencia sentimientos de culpa y vergüenza, e incluso de negación de lo sucedido.
Normalmente, una parte muy importante del proceso de recuperación cuando hemos vivido trauma en la infancia consiste en reconocernos como víctimas de una situación que nos sobrepasó, donde otras personas o situaciones nos dañaron emocionalmente. A partir de este reconocimiento, es un poco más posible abrirnos a buscar estrategias y apoyos para que nuestro malestar disminuya. En este sentido, los espacios de terapia nos pueden brindar el soporte emocional para trabajar en la aceptación.
3. Aprender estrategias de regulación emocional
Dentro de los síntomas postraumáticos, algunos de ellos pueden interferir enormemente con la vida diaria, como por ejemplo, que nos aparezcan recuerdos relacionados con el trauma sin motivo aparente, que nos sintamos muy nerviosos/as de repente, o que ciertos olores o sonidos relacionados con el trauma nos generen mucho malestar físico.
Para lidiar con todos estos síntomas, aprender estrategias de regulación emocional de nuestro sistema nervioso nos puede ayudar enormemente. Si al leer los anteriores síntomas te has sentido identificado/a, pedir ayuda profesional puede ser una buena idea para brindarte las pautas ajustadas a tu caso.
Conclusiones
A lo largo de este artículo hemos explicado en qué consiste el trauma infantil, hemos señalado algunos de los indicadores más importantes de que un niño/a pueda estar viviendo una situación difícil y hemos facilitado algunas pautas generales que nos pueden ayudar a lidiar con las consecuencias del trauma infantil en la vida adulta.
Para concluir, cabe señalar que proteger a las infancias debe ser un compromiso que como sociedad debemos asumir con urgencia, para prevenir al máximo posible que los menores vivan situaciones difíciles que les hagan sufrir y que les dejen secuelas psicológicas importantes.
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Referencias bibliográficas:
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Orihuela, A. (2016). Transforma las heridas de tu infancia: Rechazo, abandono, humullación, traición, injusticia. Aguilar.
Malacrea, M. A. (2000). Trauma y reparación: el tratamiento del abuso sexual en la infancia. Editorial Paidós.
Vitriol, G. (2005). Relación entre psicopatología adulta y antecedentes de trauma infantil. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 43(2), 83-87.