Por qué comemos sin tener hambre

¿Por qué comemos sin tener hambre? Factores que explican este comportamiento

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El hambre es un instinto básico de supervivencia y, como tal, ha evolucionado a lo largo de milenios. Primero la caza y la pesca y, más tarde, la recolección y la agricultura, para llegar a nuestros días con un sinfín de cadenas de fast food o comida rápida. Por razones obvias, ningún ser humano se escapa de sentir hambre, y cada uno de nosotros hemos desarrollado diversas respuestas ante este estímulo, en función de nuestra situación.

Pero el hambre no es simplemente una respuesta de tipo fisiológico ante la carencia energética o nutritiva. De hecho, muchos expertos han estudiado el hambre desde varias perspectivas, y la conclusión es que se trata de un estímulo que, al margen de la biología, está influenciado por diferentes factores, entre otros, de índole social, situacional y personal.

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¿Cuál es la causa de que comamos sin sentir hambre?

A continuación, intentaremos responder a una de las preguntas principales en este tema: ¿Cuál es la causa de que comamos sin sentir hambre? Si no se trata sólo de un fenómeno fisiológico, entonces debemos entender que la ingesta de alimento es algo multifactorial. Veámoslo.

¿En qué consiste el hecho de comer sin hambre?

No es ningún secreto que todos hemos comido alguna vez sin haber sentido hambre. Una escena típica es la recurrente comida familiar en la que sólo con los aperitivos ya tendrías suficiente para sentirte saciado. Y, sin embargo, sigues comiendo, ya sea porque está todo delicioso o porque vives como una “obligación” social seguir comiendo.

En realidad, comemos sin hambre más a menudo de lo que creemos, e incluso de forma habitual. Y es que en nuestra cultura, comer no sólo es algo necesario para la supervivencia, sino que también es un acto social: puede que sea un helado mientras charlas caminando con un amigo, o un café y un bollo mientras le cuentas a tu colega de trabajo las últimas novedades.

Pero la ingesta de comida sin sentir hambre no está relacionada sólo con vivir dentro de una sociedad. Comentábamos anteriormente que comer es un fenómeno multifactorial, y en las causas entran también motivos emocionales. No son pocas las personas que, para mitigar el dolor o, simplemente, quitarse de encima el aburrimiento, acuden a la ingesta de alimentos.

No podemos olvidar tampoco que nuestro mundo actual, donde imperan alimentos procesados y llamativos, no ayuda para nada a frenar la compulsión de comer, ni que sea de manera inconsciente.

¿Qué es la fisiología del hambre?

La ingesta de alimento sin sentir hambre se puede explicar a través de dos maneras: comprendiendo, por un lado, la fisiología del hambre y, por otra, su psicología.

Empecemos por la primera: ¿qué es la fisiología del hambre? Se trata de la definición clásica, es decir, la necesidad de ingerir comida por la carencia de energía o nutrientes.

  • Por un lado, tenemos la llamada teoría homeostática, cuyo origen debemos buscarlo en los estudios de Claude Bernard (s. XIX) sobre los medios equilibradores de los ambientes de las células. Posteriormente, Walter B. Cannon desarrolla la homeostasis propiamente dicha; es decir, la regulación interna-externa de los cuerpos fisiológicos internos.
  • Por otro lado, el “reflejo trófico” de Ramón Turró propone la reparación de pérdidas energéticas en el organismo como punto de partida para entender el origen del hambre. El cuerpo detecta, pues, la necesidad de ingerir alimento a través de la guía del reflejo trófico, un mecanismo de índole neurológica.
  • Y por último, y como combinación de lo mencionado en los puntos anteriores, A.L Washburn y W.B Cannon introducen el estómago en la ecuación como punto de partida de la sensación de hambre. Washburn estudió en su laboratorio sus propios ruidos estomacales y midió su intensidad. La conclusión a la que llegaron ambos científicos fue que dichas contracciones “alertan” al reflejo trófico acerca de la necesidad de llenar el estómago.

¿Qué es la psicología del hambre?

Tal y como hemos descrito, el hambre también se basa en factores personales y psicológicos, que veremos a continuación.

1. Los hábitos alimenticios

La formación de hábitos alimenticios es básica en este sentido. Nuestra emotividad está inevitablemente asociada a situaciones y diversos elementos; entre ellos, la comida. Como ejemplo, podemos citar el hábito de “picotear” unas almendras mientras preparas la comida del mediodía, o servir unas galletas cuando vienen tus amigos de visita. En general, estas acciones no están en absoluto ligadas a la sensación de hambre, sino a otros factores.

2. El entorno es clave

El hecho de que, en la sociedad occidental, nos rodeen los alimentos procesados constantemente y podamos acceder a ellos de forma fácil (máquinas expendedoras, tiendas, supermercados, compras online…) dificulta la empresa de comer sólo cuando de verdad sentimos hambre. Así, el entorno es también clave en nuestras decisiones de ámbito alimentario.

Por otro lado, el marketing y la publicidad, constantes en los medios occidentales, también influyen en este tipo de decisiones. Así, nos convertimos en víctimas de un “bombardeo alimenticio”, lo que nos lleva a consumir comida sin sentir hambre.

3. Desregulación de las señales fisiológicas

En algunas ocasiones puede que nuestras señales de hambre y de saciedad se encuentren desreguladas, debido a varias causas: dietas muy severas, incapacidad de identificar las señales, etc.

4. Conexión entre emociones y alimentación

Ya hemos comentado que entre la comida y la emoción se establece una conexión que no siempre se percibe a primera vista. Efectivamente; nuestra emocionalidad tiene un papel crucial a la hora de elegir los alimentos y su cantidad. En general, las emociones fuertes, ya sean positivas o negativas (estrés, ansiedad, felicidad) hacen que nos dirijamos a la comida para celebrar nuestra alegría o, por el contrario, encontrar “consuelo”. A esto se le llama alimentación emocional, que es el consumo de comida no por razones fisiológicas, sino como herramienta de regulación emocional.

6. Para combatir el aburrimiento

Se trata de otro sentimiento habitual a la hora de practicar la ingesta sin hambre. Una mente sin estímulos buscará alivio en la comida, sólo por el hecho de “hacer algo”.

Entonces ¿cuál es la causa de que comamos sin sentir hambre?

Tras todo lo expuesto anteriormente, podemos llegar a una serie de conclusiones al respecto, aunque, al tratarse de una problemática multifactorial, es difícil contestar de forma concreta a la pregunta.

  • Por un lado, ya hemos visto cómo la ingesta de alimentos y las emociones están relacionadas, y emociones intensas como la felicidad o la tristeza pueden activarnos en este sentido.
  • Por otro, el establecimiento de unos hábitos alimentarios tiene también un rol muy destacado. Al asociar eventos y situaciones con la comida, es más fácil que, al encontrarnos en estos momentos, comamos, aún sin sentir hambre.
  • Además, el entorno y el hecho de que dispongamos constantemente de comida influye, y mucho, en nuestros hábitos de comer sin hambre.
  • En consecuencia, la salud se resiente, puesto que comer sin sentir hambre implica, entre otras cosas, aumentos de peso no buscados y los problemas físicos y de salud que esto conlleva.
  • Tampoco podemos olvidar su gran influencia en la salud mental, pues ya hemos visto cómo la comida se relaciona con nuestras emociones.

¿Sientes que comes sin hambre y no sabes cómo frenarlo?

En Avance Psicólogos colaboramos con un equipo de psicólogos especialistas en trastornos alimentarios que pueden ayudarte a entender y manejar estos impulsos. A través de sesiones personalizadas, abordamos las causas emocionales, sociales y fisiológicas que te llevan a comer sin hambre.

Con un enfoque empático y profesional, te acompañamos en el proceso para que desarrolles una relación más equilibrada con la comida. Ofrecemos terapia tanto presencial como online, adaptándonos a tus necesidades y estilo de vida. Contáctanos hoy y descubre cómo recuperar el control de tus hábitos alimentarios.

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Referencias bibliográficas:

Espinosa, A. L., & Martínez, H. (2002). ¿Qué es el hambre? Una aproximación conceptual y una propuesta experimental. Investigación en salud, 4(1), 0.

Núñez-Hernández, V. J., Vargas-Cerero, E. A., Sánchez-Madrigal, J., Jaramillo, E., Martínez-Navarro, J., & Nava, A. (2014). Nociones sobre fisiología del apetito. Apetito y hambre. El Residente, 9(1), 15-19.

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autora del artículo

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Por Laura Palomares Pérez

PSICÓLOGA - SEXÓLOGA COLEGIADA M-15270

Laura Palomares (Madrid, 1973) se licenció en Psicología en la por la UAM, funda y forma parte de Avance Psicólogos desde el año 1999. Amplía su formación en los siguientes ámbitos de la psicología: Título de Formadora en Sexología por el Instituto de Ciencias Sexológicas (In.Ci.Sex) Universidad de Alcalá de Henarés. Master en Sexología por el Instituto de Sexología de Madrid (In.Ci.Sex) Universidad de Alcalá de Henares. Prácticum en la Sociedad Sexológica de Madrid-Fundación SEXPOL. Título de Especialista en Terapia Gestalt, por la Fundación Laureano Cuesta en la Universidad de Comillas. Especialista en Terapia de Pareja, por el Centro Psicológico Dr. De Francisco. Diploma en Técnicas de Integración Cerebral (TIC), por el Centro de Terapias de Avanzadas. Tras 25 años de experiencia como psicoterapeuta, ahora colabora como divulgadora para medios especializados en el ámbito de la Psicología y la salud.

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