La violencia contra la mujer sigue siendo un problema de carácter social que aún no se ha resuelto del todo. Es cierto que se han dado algunos pasos hacia delante. Podríamos decir que el avance que más podemos destacar es la visibilización, movilización y concienciación sobre la importancia que tiene este problema.
Sin embargo, a pesar del enorme esfuerzo que se está haciendo para erradicar la violencia contra la mujer no está siendo suficiente. Las agresiones sexuales siguen a la orden del día, la mutilación genital femenina es una práctica que se sigue realizando en muchos países, el derecho libre de elegir si abortar o no, no existe en otros mucho, o las denuncias de maltrato psicológico y los asesinatos por violencia de género han aumentado. En definitiva, la falta y el incumplimiento de los derechos humanos es violencia contra la mujer.
En este artículo nos gustaría hablar de las secuelas psicológicas que puede dejar la violencia contra la mujer, no solo en lo que a maltrato de pareja se refiere sino en todas sus formas. Para ello, antes explicaremos de qué hablamos cuando hablamos de violencia contra la mujer y a qué nos referimos.
Índice
¿Qué es la violencia contra la mujer?
La OMS define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener, como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”. La OMS corrobora que la violencia puede afectar negativamente a la salud física, mental y sexual de las mujeres. Además, señala que puede prevenirse.
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Esta definición nos permite ver la magnitud del problema. A lo mejor cuando pensamos en violencia contra la mujer se nos viene a la cabeza una mujer a la que su pareja ha pegado una paliza o que la cual han violado un desconocido en un callejón. Además de ser esto nada más que la punta del iceberg, lo cierto es que más de un 90% de las agresiones sexuales se hacen dentro de la pareja. Además, otro ejemplo de violencia contra la mujer es el no poder caminar seguras y solas por la calle (privación de la libertad, en la vía pública) o que tu jefe te plante un beso sin consentimiento (coacción).
Aunque no seamos conscientes del todo, la violencia contra la mujer deja marcas. No nos referimos a las físicas (de hecho, esas son las menos frecuentes). La OMS nos aporta algunos datos al respecto, como que el 30% de las mujeres en el mundo han sufrido violencia sexual y/o física por parte de hombres y que, en la mayoría de los casos, en agresor en la pareja. Las secuelas más habituales y graves a la largo plazo son las psicológicas, las cuales suelen requerir la ayuda personal mediante la terapia especializada en traumas.
6 secuelas psicológicas de la violencia contra la mujer.
Tras episodios de violencia contra la mujer, tanto física como psicológica, continuados es habitual que la persona sufra trastorno de estrés postraumático complejo o DESNOS. También, y más conocido, el TEPT (Trastornos de Estrés Postraumático) Este se caracteriza por:
1. Alteraciones de la percepción de sí misma
Los mensajes interiorizados que ha recibido la mujer sobre lo buena que es para unas cosas y lo mala que es parar otras, hacen mella en ella. Se puede sentir inútil, sin capacidad de elección. Siente que es responsable de lo que le ha sucedido o de lo que le sucede. Victimizar a la víctima es una forma de violencia también y también deja secuelas psicológicas como las que acabamos de mencionar. La sensación es que no va a ser comprendida por nadie y que si está mal es porque ella así lo elige.
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2. Somatizaciones
Cuando ha habido maltrato, son muy frecuentes las somatizaciones en el aparato digestivo, el dolor crónico, síntomas cardiovasculares, síntomas de ansiedad y disfunciones sexuales. Recuperar una sana sexualidad es algo que también se puede hacer difícil.
3. Alteraciones en su sistema de valores
El haber hecho dudar de sí misma de manera prolongada y en intervalos hace que duda incluso de lo que es importante para ella. Al haber derrumbado sus valores, se siente una profunda desesperanza y pierde creencias que tenía antes de sufrir violencia.
4. Alteraciones en sus vínculos
Nuevos y antiguos. Lo más común es que sienta desconfianza a la hora de relacionarse con otras personas. Su sistema de apego ha sido completamente arrasado. La forma que tenía de vincularse ha sido tan castigada que, tras la violencia contra la mujer, esta comienza a creer que no merece ser bien querida o ser tratada con respeto. Existe el miedo a volver a pasarlo mal en una relación o que le hagan daño. Esto hace que boicoteen nuevos vínculos porque el buen trato les resulta poco familiar y no saben cómo manejarlo.
3. Alteraciones en la memoria y en la atención
Si se ha sufrido un maltrato, tanto físico como psicológico, muy grave no es raro encontrar que la mujer tenga episodios que ya no recuerda, como si se hubieran borrado de su memoria. A este fenómeno psicológico lo llamamos amnesia episódica y se trata de un mecanismo de defensa al que recurrimos para no acceder a ese recuerdo tan doloroso y no tener que volver a revivirlo. También se da la disociación, otro mecanismo psicológico que pone una barrera entre el exterior y tus emociones, ya que se ha aprendido que las emociones son demasiado desagradables para sentirlas, desconectándose así tu sistema emocional.
4. Alteraciones en la regulación del afecto y las emociones.
La disociación puede ser un mecanismo muy fuerte y eficaz, pero tiene fugas. Cuando sufrimos disociación también podemos experimentar que algunas emociones se nos van de las manos. Emociones como la culpa y el miedo se desbordan. Esto es así porque el agresor (y, por desgracia, también la sociedad) se ha encargado de culpabilizarla a través de estrategias de maltrato psicológico como el gaslighting o la ley del hielo. Esta culpa la pueden llegar a trasladar a otros ámbitos de su vida, sintiéndose inútiles o impostoras. Esto puede tener, a su vez, otras consecuencias nefastas como la ideación suicida, conductas autodestructivas o desregulación de la ira.
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Conclusiones
Como vemos las secuelas psicológicas que puede llegar a tener la violencia contra la mujer pueden ser muy dispares y muy graves. Hemos de ser conscientes de que esto es un problema de salud pública, ya que genera consecuencias a nivel físico, psicológico y sexual.
La magnitud del problema alcanza a toda la población mundial. No hay ninguna cultura en la que la violencia contra la mujer sea inexistente. Esto es porque partimos de unas bases y de un sistema que es machista en sí, donde el hombre siempre está por encima de la mujer y la igualdad aún no es real.
Los problemas de salud mental que acarrea una mujer que ha sufrido violencia de cualquier tipo es una función que debe asumir el sector sanitario. Aunque abordar este problema debe tener un enfoque multidisciplinar, el sanitario es un pilar importante. Aunque es mucho lo que puede hacer, ahorrar las secuelas en la salud mental que le violencia deja es cuestión de hacer una buena prevención de la violencia contra la mujer y una adecuada educación sexual.
Por suerte las consecuencias psicológicas se pueden reparar con diversos tratamientos psicológicos. Pero, como siempre señalamos, es injusto que tenga que ser la víctima quien pague las consecuencias de la violencia y no el agresor. Como hemos dicho, la violencia es algo que se puede prevenir y, en caso de que ya se haya ejercido, es el agresor quien también debe ir a terapia.
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Referencias bibliográficas:
Lorente Acosta, Miguel. (2009). Mi marido me pega lo normal: agresión a la mujer. Realidades y mitos. Planeta: Barcelona.
Navarro, C. G., León, F. G., & Nieto, M. Á. P. (2020). Análisis de las consecuencias cognitivas y afectivas de la violencia de género en relación con el tipo de maltrato. Ansiedad y estrés, 26(1), 39-45.
Romero, Inmaculada. (2015). Guía de intervención en casos de violencia de genero: una mirada para ver. Síntesis.
OMS (2021, 8 de marzo). WHO. Violencia contra la mujer.