Dentro de la psicología existen muchas ramas teóricas que se pueden aplicar en la terapia psicológica. No obstante, la madre de todas ellas podríamos decir que es el conductismo. La terapia está en continua renovación, tanto históricamente, de generación en generación, como dentro de la historia del propio terapeuta que, a través de la formación continua, se está todo el rato renovando. Esto es porque las personas no son las mismas ni en un momento histórico determinado (pues la sociedad va cambiando y con ello, las personas) ni en las propias etapas de su vida. No nos relacionamos igual con los problemas y la manera de proceder con ellos es distinta en un momento o en otro. Lo mismo ocurre con los profesionales de la psicología y su forma de atender en la consulta psicológica.
Dicho esto, en este artículo te explicaremos de qué va esto del conductismo, cuál es su historia, qué conceptos maneja y cómo se pueden aplicar estos en una terapia psicológica. También hablaremos de sus limitaciones. El conductismo ha ido evolucionando a lo largo del último siglo. De base, cualquier psicólogo o psicóloga formado tendrá una formación cognitivo-conductual, con lo cual el conductismo es una de las orientaciones más utilizadas, aunque cada profesional se forme en otro tipo de orientaciones.
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Índice
¿Qué es el conductismo?
El conductismo parte de la base de que los seres humanos (y otros seres vivos) nacemos como “tabulas rasas”, es decir, nuestras conductas no están determinadas por mecanismos internos como la genética, la biología o el tipo de personalidad, sino que todo ello es resultado de la historia de aprendizaje. Dicha historia de aprendizaje es única e irrepetible en cada ser humano y vendrá determinada por los reforzadores y castigos (conceptos que explicaremos más adelante) que haya vivido esa persona. Es decir, para los conductistas la forma de comportarse de una persona se explica a través de asociaciones e interacciones que lleva a cabo dentro de su entorno.
En definitiva, el conductismo no tiene en cuenta lo intrapsíquico o lo inconsciente (como acuñó Freud), sino que se va a fijar en las conductas observables. De esta forma, desarrolla al mismo tiempo una forma experimental de estudiar la conducta humana, priorizando lo objetivo (observable) frente a lo subjetivo.
Por lo tanto, se define el conductismo como la corriente psicológica basada en el comportamiento, entendiendo que el comportamiento es el resultado de la interacción del individuo con el entorno. Intenta entender cómo surgen las conductas y por qué se mantienen. De tal modo que la pretensión del conductismo es analizar el comportamiento humano a través de los estímulos y las respuestas que conforman el entorno de la persona. Además, tiene como objetivo predecir las conductas y poder cambiarlas.
Evolución histórica del conductismo
A lo largo de la historia se han desarrollado diversos tipos de conductismo y unos han servido de cimiento para el desarrollo de los siguientes. Quien sentó las bases de lo que sería después el conductismo fue Wilhelm Wundt, para muchos hoy es considerado el padre de la psicología. Después, Watson, criticando la introspección del primero, se centró en observar la conducta manifiesta, es decir, la puramente observable. Su trabajo influyó en el desarrollado por Pavlov: el condicionamiento clásico, procedimiento fundamental dentro del conductismo y a través del cual se pueden explicar numerosas conductas de nuestro día a día, en concreto, cómo algunos estímulos que nos pueden parecer neutros pueden llegar a generar una respuesta automática o fisiológica en nosotros y nosotras.
El trabajo de Pavlov y, más tarde, el de Thorndike, fueron los antecedentes para el trabajo de Skinner, padre del conductismo radical y quien introdujo el condicionamiento operante. Este tipo de condicionamiento explica por qué se mantienen las conductas, a pesar de que algunas son dañinas para la persona, a través de los conceptos de refuerzo positivo, castigo positivo, refuerzo negativo y castigo negativo, conceptos que te explicamos a continuación.
A partir de lo años 50, empezó a emerger la psicología cognitiva. Esta orientación psicológica criticaba el remarcado énfasis que hacían los conductistas en la conducta manifiesta, dejando de lado la cognición (los pensamientos). Al meter esta variable, se acabó desarrollando la terapia cognitivo-conductual.
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Principios clave de la terapia conductista
En este apartado te explicamos punto por punto los principales conceptos del conductismo.
Dentro del condicionamiento clásico, destacamos dos conceptos:
- Estímulo: Cualquier señal o incentivo que provoca una respuesta. Se clasifica en:
- Estímulo incondicionado: Produce una respuesta natural sin necesidad de aprendizaje.
- Estímulo neutro: No genera ninguna respuesta al inicio.
- Estímulo condicionado: Surge de la asociación repetida entre un estímulo incondicionado y un estímulo neutro, generando una respuesta condicionada.
- Respuesta: Conducta del individuo ante un estímulo. Puede ser:
- Respuesta incondicionada: Surge naturalmente ante un estímulo incondicionado.
- Respuesta condicionada: Resultado de la asociación entre un estímulo condicionado y una respuesta previa.
Dentro del condicionamiento operante los aspectos a destacar son:
- Refuerzo negativo. Todo aquello que aumente la probabilidad de que una conducta se repita a través de quitar algo desagradable.
- Refuerzo positivo. Todo aquello que aumente la probabilidad de que una conducta se repita a través de dar algo agradable.
- Castigo positivo. Todo aquello que disminuya la probabilidad de que una conducta se repita a través de administrar algo desagradable.
- Castigo negativo. Todo aquello que aumente la probabilidad de que una conducta se repita a través de quitar algo agradable.
Aplicación del conductismo en la terapia psicológica
Basándose en los principios del conductismo se desarrolló la terapia conductual. Teniendo en cuenta que la principal premisa de esta corriente es que aprendemos del entorno, el objetivo de la terapia conductual es eliminar aquellas conductas dañinas o no deseables para la persona y reforzar aquellas que son beneficiosas o deseables. Para ello, este tipo de terapia emplea técnicas basadas en los conceptos del condicionamiento clásico y del condicionamiento operante. De esta forma, se orienta la terapia hacia el aprendizaje de nuevas conductas. Se entiende que si una persona va a terapia es porque las conductas que ejerce no le están ayudando a encontrarse mejor.
Las técnicas más utilizadas por la terapia conductual son las siguientes:
1. Desensibilización sistemática
Se trata de exponer al paciente a aquellas situaciones que le provocan la respuesta de ansiedad (respuesta condicionada) y que, por tanto, evita con el coste y las limitaciones que ello le supone. La exposición es jerárquica, de menos a más, de forma que el individuo pueda acostumbrarse progresivamente a la respuesta condicionada.
2. Extinción
Se deja de reforzar la conducta problemática, sin aplicar castigo, con el objetivo de que la conducta, al dejar de ser reforzada, vaya desapareciendo poco a poco.
3. Moldeamiento
Reforzar aproximaciones sucesivas hacia la conducta deseada.
4. Exposición
Puede ser en imaginación o en vivo y se elegirá el tipo en función de las circunstancias. Se expone al paciente a la situación que teme o que le genera la respuesta condicionada. Al contrario que en la desensibilización sistemática, esta exposición no es progresiva.
Para que este tipo de técnicas tengan éxito, se debe entrenar al paciente previamente en técnicas de relajación, especialmente, en las técnicas de exposición y desensibilización sistemática. De lo contrario, no se podrá hacer frente a la ansiedad o respuesta condicionada.
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Conclusiones…
La terapia conductual, al contrario que otras terapias, no se enfoca en que el paciente comprenda su comportamiento, sino que logre un cambio a través del aprendizaje de nuevas conductas. A menudo, es altamente efectiva en terapias desarrolladas con niños cuando tienen problemas de comportamiento. Pero también tiene buenos resultados para casos de trastornos de ansiedad y fobias específicas. El conductismo tiene sus limitaciones, en especial, para trastornos del estado de ánimo como la depresión o el trastorno bipolar.
Por suerte, hoy día contamos con las terapias de tercera generación o terapias contextuales. Dentro de ellas encontramos la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Terapia Analítico-Funcional (FAP) o la Terapia Dialéctico-Conductual (DBT). Este tipo de terapias recuperan algunos de los principios del conductismo radical, y no dándole tanta importancia a la parte cognitiva. De esta forma se consigue que la persona no se ancle a sus pensamientos y emociones y se relaciones con sus problemas de manera más adaptativa con sus valores y su entorno. Además, son las que más eficacia y resultados han demostrado.
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Referencias bibliográficas:
Más, M. B., San Gregorio, M. Á. P., San, M. D. L. Á. P., & Picabia, A. B. (2000). Manual de técnicas de modificación de conducta en medicina comportamental (Vol. 49). Universidad de Sevilla.
Pérez Álvarez, M. (2014). Las terapias de tercera generación como terapias contextuales. Síntesis.
Tena, A. B. (2022). Fundamentos y aplicaciones clínicas de FACT: Una intervención para abordar el sufrimiento humano a través de las terapias contextuales. Psicosomàtica y Psiquiatría, (21).