La disforia de género es un concepto que suele ir acompañado de polémica, dado que históricamente ha ido acompañado de lo transgénero, el cual genera incluso en nuestros días debates muy polarizadores tanto en política como en filosofía y Ciencias Sociales.
En este artículo veremos en qué consiste la disforia de género, hablaremos sobre si se considera o no un trastorno psicológico, y sobre el tipo de intervenciones realizadas para ayudar a las personas que la experimentan y buscan ayuda profesional.
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Índice
¿Qué es la disforia de género?
Entendemos por disforia de género a la no correspondencia entre el sexo asignado al nacer (es decir, el que se atribuye a partir de la morfología visible desde el exterior) y la identidad de género, cuando esta discordancia genera un malestar psicológico significativo.
Esto significa, entre otras cosas, que no todas las personas transgénero tienen por qué presentar disforia de género, dado que el simple hecho de ser no ser cisgénero (es decir, con identidad de género que se corresponde con el sexo identificado al nacer) no es de por sí un motivo suficiente para sentirse mal por ello, si bien a la práctica se sabe que un porcentaje muy elevado de personas trans o no binarias desarrolla disforia de género.
Además, las personas que no se consideran transgénero sino no binarias también pueden experimentar disforia de género, dado que también ellas salen de la cisnorma, el conjunto de pautas de comportamiento según el cual los comportamientos de cada persona deben corresponderse con su sexo aparente.
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¿Es un trastorno psicológico?
Hasta hace relativamente poco, la disforia de género formaba parte de un concepto clínico que sí se consideraba trastorno: se llamaba trastorno de identidad de género, y formaba parte de la categoría de los trastornos sexuales. Sin embargo, con la publicación del DSM-5, se ha dado paso al término disforia de género, que cuenta con su propia categoría fuera de la sección de trastornos.
Sin embargo, el hecho de que la disforia de género aparezca descrita en el marco de un manual diagnóstico de trastornos mentales sigue generando mucha polémica; actualmente siguen existiendo movimientos de despatologización de las identidades no cisgénero que son muy activos,y que consideran que las formas de malestar y los problemas psicológicos que estadísticamente son más padecidos por personas trans y no binarias que por personas cisgénero se deben a fenómenos sociales e históricos de discriminación y presión social, y no por razones psiquiátricas o de la psicología individual.
Ahora bien, asumiendo que la disforia de género es por definición un problema de malestar psicológico (independientemente de si sus causas son más o menos sociales)… ¿cómo se expresa?
El malestar asociado a la disforia de género puede adoptar formas muy diversas, pero por lo general se expresa a través de un sentimiento de angustia o ansiedad, y muchas veces bajo estado de ánimo y graves problemas de autoestima. Por otro lado, estadísticamente suele solaparse con otros fenómenos que sí son considerados trastornos por la mayor parte de la comunidad científica.
Por ejemplo, se solapa de manera frecuente con la depresión, con las adicciones, con los trastornos de ansiedad, con los Trastornos de la Conducta Alimentaria y con el TOC.
En la mayor parte de los casos se trata de alteraciones emocionales y comportamentales que van de la mano de los pensamientos negativos e intrusivos vinculados a la autoestima. Muchas personas con disforia de género se sienten mal con el simple hecho de mirarse en un espejo, o al salir a la calle. En cualquier caso, la disforia de género viene y va en diferentes grados de intensidad, dependiendo del momento y del contexto.
Tratamiento
Aunque la disforia de género no sea considerada un trastorno, eso no significa que no pueda ser tratada por profesionales, del mismo modo en el que los problemas de autoestima tampoco son un trastorno pero son motivo para ir a psicoterapia.
¿Qué se hace para ayudar a quienes sienten esta clase de malestar? En primer lugar, se recomienda el apoyo psicológico. En muchos casos, la disforia de género se da como resultado de una falta de información o de maduración psicológica sobre los conceptos de la identidad de género, orientación sexual, y roles de género. Por ello no sorprende que en la mayor parte de los casos en los que niños, niñas o adolescentes señalan no sentirse identificados con su sexo biológico, terminan no siendo transgénero o personas no binarias. Las confusiones son frecuentes en casos de homosexualidad, bisexualidad, asexualidad o afinidad por afinidad por aficiones y estéticas consideradas propias del sexo contrario.
Así, en psicoterapia se dan herramientas para desprenderse de las creencias que lastran la autoestima, así como para gestionar la ansiedad que muchas veces es generada por la presión social (no hay que olvidar que las personas trans o no binarias siguen siendo muy discriminadas). Además, se ofrece psicoeducación en estos temas, aclarando confusiones y dando pie a entender mejor de qué se trata aquello por lo que está pasando la persona.
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Sin embargo, cuando hay motivos de peso para considerar que la disforia de género está realmente presente, es persistente y constituye una fuente de dolor psicológico de alta intensidad, y si así lo desea la persona, se da la posibilidad de realizar cirugías de reasignación de sexo. Estas permiten modificar los caracteres sexuales primarios y secundarios para que adopten la apariencia y algunas de las funcionalidades propias del sexo contrario, si bien no sirven para cambiar el sexo biológico en sí.
Estadísticamente, se trata de una medida eficaz para atenuar significativamente o incluso para eliminar la disforia de género; la cantidad de personas que terminan arrepintiéndose de haber pasado por estos procedimientos quirúrgicos es muy bajo, menor que el de los procedimientos de cirugía estética para personas cisgénero.
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Referencias bibliográficas:
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