A raíz de la pandemia de Covid-19, parece que ha aumentado el número de personas que creen en las teorías conspirativas. Desde la teoría de que la tierra es, en realidad, plana y la ciencia “nos está engañando”, hasta los chips que “infiltraron” las grandes farmacéuticas en todas las vacunas para el coronavirus y que, supuestamente, “nos están controlando”. Podríamos mencionar un sinnúmero de teorías de este tipo que, aunque parezca mentira, son seguidas y creídas por millones de personas en el mundo.
Hoy hablamos del “síndrome de la madriguera de conejo” y tratamos de explicar cómo y por qué se forma. Si te interesa el tema, no dudes en seguir leyendo.
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Índice
¿Qué es el “síndrome de la madriguera de conejo”?
¿Qué explicación tiene la psicología para estos fenómenos de creencia ciega en algo imposible o, como mínimo, improbable? A esto es a lo que hace referencia el denominado “síndrome de la madriguera de conejo”, idea tomada de la obra Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll.
La novela nos narra las peripecias de Alicia, una niña que, un día, advierte un curioso conejo blanco que corre con un reloj en la mano y que se lamenta de que llega tarde. Curiosa, la niña sigue al animal hasta un agujero y se mete también en él, sin pensar por un momento cómo saldrá de allí. El resultado es que la pobre Alicia queda atrapada en un mundo alternativo de fantasía.
Podemos entender así la relación entre el nombre y este tipo de creencia ciega en las conspiraciones, puesto que esta “fe” se desarrolla sin pensar y, antes de que la persona se dé cuenta, está atrapada en un mundo “conspiranoico” del que ya no sabe cómo liberarse (e incluso puede que ni siquiera quiera hacerlo, puesto que estas teorías han pasado a formar parte de su personalidad y de su manera de ver el mundo).
Fases del síndrome de la madriguera de conejo
La denominación del fenómeno tiene sus propios creadores: Robbie M. Sutton y Karen M. Douglas, de la Universidad de Kent, que han estudiado en profundidad cómo surge la creencia en las teorías conspirativas. Según estos estudios, existen una serie de etapas indispensables para llegar al “síndrome de la madriguera de conejo”:
1. Primera fase: atracción e interés voluntario
Si la teoría conspirativa no ejerce cierta atracción en el sujeto, es prácticamente imposible que este empiece a creer en ella. En realidad, lo que suele atraer más es el misterio, el enigma, más que la teoría en sí.
La primera fase del proceso para llegar al síndrome parece del todo “inofensiva”. Escucho una teoría sobre algo, me interesa y busco “información” al respecto. Parece muy sencillo e inocuo, ¿verdad? Pues no; la realidad es que es el inicio de una red que envolverá cada vez más al individuo.
2. Segunda fase: espiral cognitiva
En estas primeras fases, el escepticismo es algo bastante normal, especialmente hacia las teorías que no son aceptadas de forma unánime por la sociedad. ¿Por qué se descarta con tanto ahínco esta posibilidad? ¿No será que no interesa que se sepa…? Estas pueden ser frases típicas de estos primeros pasos hacia el síndrome.
La “línea roja” es contactar con grupos afines a las teorías conspiratorias, puesto que entonces se produce una especie de “contagio”. No es para nada inusual que, después de esto, la persona sólo se relacione con gente que piensa lo mismo y se produce un peligroso aislamiento del resto del mundo. Al estar en contacto sólo con gente que confirma la teoría, sus creencias se refuerzan al no contrastar información.
3. Tercera fase: aislamiento y fortalecimiento de las creencias
Cuando el síndrome se encuentra en fases avanzadas, las creencias están tan adheridas a la persona que es casi imposible cambiarlas. Además, se produce el efecto aislante que hemos comentado: la persona afectada sólo se relaciona con gente “que la comprende”, es decir, que piensa igual que ella.
Esta última fase es la menos estudiada, porque apenas se encuentran voluntarios que la sufran y que quieran participar en estudios. Recordemos que, para estas personas, quienes realizan el estudio van “en contra” de ellos. Todo esto dificulta la investigación del síndrome, sus causas y sus consecuencias.
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Conclusiones
Las personas que creen en teorías conspirativas no son diferentes a las demás. Todos tenemos la capacidad de creer en estas cosas, e incluso muy probablemente en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido atraídos hacia una teoría de este tipo, y puede que también hayamos buscado información, ni que sea furtivamente.
El problema viene cuando traspasas la serie de líneas rojas que hemos comentado y la teoría conspirativa se vuelve casi el sentido de tu existencia. Es una telaraña de la que es difícil desprenderse, porque cada vez es más tupida y pegajosa. Aún así, puede revertirse el proceso con una terapia adecuada y espoleando a estas personas a pensar de una manera más analítica y objetiva.
La natural curiosidad humana es un campo abonado para que crezca en él la creencia en la teoría conspirativa. De cualquier manera, si sólo nos mantenemos en la superficie de esta curiosidad y no seguimos “indagando”, podemos librarnos del bucle que supone creer en este tipo de cosas. En otras palabras, y usando el propio nombre del síndrome, si nos paramos ante la madriguera del conejo blanco y nos decimos “por ahí no”, evitaremos quedar atrapados en el mundo de las maravillas.
Este síndrome no está entre los recopilados por el Manual Estadístico de Diagnóstico (DSM 5), ni tampoco en la Clasificación Internacional de Trastornos (CIE 10), lo que complica aún más su diagnóstico. Además, sus síntomas pueden tomarse erróneamente por los que manifiestan otros trastornos, como los disociativos o algunos trastornos de índole perceptiva. Por tanto, para evitar confusiones, es crucial el juicio de un neurólogo.
Para el tratamiento del “síndrome de la madriguera de conejo” se suelen seguir una serie de pautas, como analíticas de sangre y exámenes del cerebro, además de recurrir a la medicación. No podemos olvidar, tampoco, la importancia de la terapia psicológica.
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Referencias bibliográficas:
Kahneman, D.; Tversky, A. (1972). Subjective probability: A judgment of representativeness. Cognitive Psychology 3 (3): 430-454.
Myers, D.G. (2005). Psicología. CDMX: Médica Panamericana.