Terapia familiar en los trastornos alimenticios: ¿cómo funciona?. Los llamados trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son sumamente complejos, ya que constituyen problemas de tipo multifactorial. En otras palabras, los factores desencadenantes son de tipo genético, psicológico y medioambiental, entre otros. Por este motivo, el tratamiento adecuado requiere un equipo interdisciplinar de profesionales.
En el tratamiento destinado a los TCA está, entre otros elementos, la terapia familiar, que se ha demostrado altamente efectiva para este tipo de patologías. En este artículo vamos a indagar en la importancia de este tipo de terapia desde un punto de vista científico.
Índice
¿Cómo de importante es la terapia familiar en los trastornos alimenticios?
Antes que nada, es necesario explicar en qué consiste la terapia familiar. Se trata de una terapia psicológica que se basa en la resolución de conflictos familiares y en la potenciación de la comunicación de todos los miembros, o bien de los que deseen participar y tengan la capacidad de llevar a cabo el proceso terapéutico.
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Como ya hemos apuntado, numerosos estudios han demostrado que esta terapia es muy resolutiva en casos de trastornos alimenticios, por lo que es una de las más utilizadas. No hay que olvidar que la familia es un apoyo básico para el afectado, y el soporte que aquella le brinda puede ser crucial para su mejora.
¿Cómo funciona la terapia familiar en los TCA?
La base del funcionamiento de este tipo de terapia es ayudar a los progenitores a valerse de sus recursos y capacidades para entender y dar soporte a sus hijos a la hora de enfrentar el trastorno.
Las personas que sufren un trastorno alimentario suelen presentar dificultades para gestionar su emocionalidad. Esto constituye, por supuesto, un escollo importante que complica la recuperación. La familia se convierte, por tanto, en un elemento indispensable para el paciente a la hora de identificar y afrontar lo que siente.
Una investigación de un hospital de Canadá, que analizó el progreso de adolescentes con TCA que habían desarrollado síntomas ansiosos y depresivos, arrojó resultados evidentes: la terapia familiar que recibieron (que se unía a la terapia individual) hizo disminuir considerablemente los síntomas, además de aumentar las capacidades de los padres y madres de enfrentarse funcionalmente a la enfermedad de sus hijos e hijas.
Todas las evidencias afirman que el hecho de que el entorno familiar conozca y comprenda el problema de sus hijos es básico para que el tratamiento se desarrolle satisfactoriamente. Gracias a la terapia familiar, los padres y madres consiguen ver el trastorno en su globalidad, así como de un modo más profundo, que no se queda sólo en la sintomatología. En consecuencia, el hijo/a se siente arropado y comprendido, lo que redunda en una mejora de su autoestima.
Pero la familia no es sólo un soporte emocional importantísimo, sino que también puede convertirse en el principal aliado del paciente para establecer objetivos suficientemente realistas y mantener la motivación ante el tratamiento. Debemos recordar que el proceso de curación de los TCA suele ser largo y tedioso, por lo que es muy beneficioso para el paciente sentir la presencia y el apoyo familiar.
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La familia como elemento fundamental en el tratamiento de los TCA
Queda claro, pues, que la terapia familiar es algo fundamental a la hora de tratar trastornos alimenticios. Ya hemos comentado que este tipo de trastornos son complejos, puesto que, bajo la sintomatología evidente (pérdida de peso, atracones de comida, etc.). existe un problema más profundo con el que es necesario lidiar. Podemos eliminar la conducta superficial, pero si no se trabaja la parte “oculta”, ligada a las dinámicas familiares, el problema persistirá y podrá reaparecer en un futuro.
Por este motivo, es imprescindible que la familia del afectado tenga la capacidad de comunicarse abiertamente acerca de las necesidades del paciente sin emitir juicios ni críticas. El establecimiento de un vínculo de confianza entre los progenitores y los hijos es fundamental para un correcto desarrollo del tratamiento.
Es necesario recordar que la parte activa no recae sólo en los padres y madres, sino que los hijos/a tienen que implicarse también en el proceso, con el objetivo de cambiar pautas de conducta y orientar su vida hacia un modelo más saludable. Por otro lado, los familiares deben ser conscientes de su propio estado emocional, y deben buscar ayuda profesional si así lo necesitan.
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Referencias bibliográficas:
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