La depresión es uno de los trastornos psicológicos más comunes y con unos efectos más potencialmente dañinos. Se trata de una alteración mental perteneciente a la categoría de los trastornos del estado de ánimo, y sus síntomas afectan a todos los ámbitos de la vida de la persona. Por ello, es natural que las personas que experimentan depresión se preocupen por lo que les pasa y quieran volver a sentirse como antes de que este trastorno empezase a infiltrarse en su día a día. ¿Qué se puede hacer al respecto? A continuación veremos un resumen de cuáles son los tratamientos psicológicos más efectivos contra la depresión, y su funcionamiento.
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Índice
Tratamientos contra la depresión: los más efectivos
Hay que tener claro que la depresión es un trastorno lo suficientemente grave y complejo como para que no pueda ser eliminado realizando un solo tipo de actividad. Es necesario un acompañamiento constante y la asistencia terapéutica de profesionales de la salud mental, y el uso de diferentes herramientas y técnicas que se complementan entre sí.
Estos tratamientos están diseñados para intervenir tanto en las acciones de los pacientes, sus hábitos de vida, como en sus ideas y sus creencias, aquello que conforma la perspectiva desde la que se interpreta el mundo y lo que ocurre en él.
Por otro lado, los tratamientos contra la depresión que veremos a continuación no se usan en casos en los que la persona tenga un estado de ánimo deprimido por un periodo puntual o a causa de un suceso claramente dañino, sino solo cuando hay depresión diagnosticada como cuadro clínico (algo que hacen psicólogos clínicos y médicos).
1. Terapia Cognitiva
La terapia cognitiva tiene como objetivo modificar los procesos cognitivos, es decir, aquellos que tienen que ver con los pensamientos y las ideas de la persona.
Dentro de este conjunto de prácticas terapéuticas aplicadas tanto en casos de depresión como en pacientes con otros trastornos psicológicos, destaca la reestructuración cognitiva.
Este procedimiento sirve para hacer que los pacientes se replanteen las creencias más interiorizadas que tienen acerca de uno mismo y de su entorno, lo cual resulta útil sobre todo para motivar a la persona a adoptar otros hábitos que permitan mejorar física y mentalmente.
Por ejemplo, las personas con depresión suelen tener un ideario más pesimista que el resto de las personas, y si se quiere contribuir a que se comprometan con la terapia, hay que ayudarles a dejar atrás las creencias que las llevan a auto-sabotear sus posibles progresos.
2. Activación conductual
Si la terapia cognitiva tiene como diana las ideas de los pacientes depresivos, la activación conductual involucra todas las partes del cuerpo del paciente, e incluso aquello que está más allá de este: el entorno.
Mediante este tratamiento se busca, fundamentalmente, que se deje atrás la pasividad y el estado de abulia (desmotivación extrema) que viven las personas diagnosticadas con este trastorno psicológico.
Si bien existen maneras de aplicar la activación conductual de manera sistematizada, la idea general que hay tras este tratamiento es: hazlo aunque tu cuerpo te pida no hacerlo. Realizar actividades que mantengan el cuerpo en marcha y expuesto a nuevas fuentes de gratificación hace que poco a poco se rompa a burbuja de apatía en la que vive instalado el paciente, de manera que el hacer actividades diversas cada vez se va volviendo un acto más espontáneo.
En definitiva, la activación conductual sirve para trazar vínculos entre la persona y los contextos capaces de aportarle sensaciones positivas y nuevas formas de motivación.
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3. Terapia interpersonal
La terapia interpersonal es parecida a la activación conductual, en el sentido de que también busca los mecanismos de la vuelta a la normalidad del paciente en las relaciones que este mantiene con su entorno. Sin embargo, en esta ocasión se focaliza en un elemento concreto del entorno: el resto de personas.
Así mediante pautas de comunicación y de expresión de las emociones, este tratamiento psicológico contra la depresión favorece que los pacientes abracen hábitos de relación interpersonal más significativos y motivadores, lo cual es capaz de transformar su día a día y permitir que los síntomas vayan debilitándose. No hay que olvidar que buena parte de nuestra forma de interpretar cómo nos sentimos está mediada por cómo valoramos nuestra vida social.
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4. Terapia farmacológica
La terapia farmacológica es un complemento de la terapia psicológica, y no puede ser la única solución. De hecho, en algunos casos se ha visto que resulta contraproducente utilizar estos medicamentos, debido a sus efectos secundarios y al hecho de que no hacen desaparecer completamente los síntomas, sino que en todo caso los vuelven algo menos intensos.
Normalmente, los fármacos son utilizados en casos de depresión mayor o trastornos depresivos moderados, y no cuando los síntomas son más bien débiles.
Normalmente, en terapia farmacológica aplicada a pacientes con depresión se utilizan fármacos antidepresivos, los cuales son muy variados y tienen un gran abanico de efectos y mecanismos de acción en el cerebro. Por otro lado, esta clase de medidas solo deben ser adoptadas bajo indicación médica, siguiendo al pie de la letra las indicaciones del especialista, y asumiendo que si en cualquier momento los efectos adversos resultan demasiado perjudiciales, se retirará el uso de este fármaco o se empezará a recetar otro.
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Referencias bibliográficas:
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders, fifth edition. Arlington, VA: American Psychiatric Association.
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Mélendez J.C., Alfonso-Benlliure V., Mayordomo T. (2018). Idle minds are the devil’s tools? Coping, depressed mood and divergent thinking in older adults. Aging & Mental Health. 22 (12): 1606 – 1613.